lunes, 10 de noviembre de 2008

LA PSICOANALISTA



La primer travesura de Lou Andreas Salome, a principios de 1882, consistió en escapar a Suiza junto con su novio, el filósofo Paul Ree, quien previamente solicitó a su amigo Nietzsche les diera asilo a cambio de un menage a tröis intelectual (la única clase de intercambio que ella aceptaría.) La joven cuenta 20 años, huye de una madre dominante que se opone terminantemente a sus aspiraciones, y Nietzsche, al conocerlo, le cae tan mal como ella a él, aunque no pasaría mucho tiempo antes que a Ree se le expulse del trío. Pero no quisiera hacer demasiado hincapié en como Nietzsche propuso matrimonio a Lou, declinando ella la oferta, ni como Ree se suicidó por ella arrojándose de un puente; ni como su belleza, a la medida de su genio –para los idiotas que insisten en decir que una cosa no puede acompañar a otra- la colocó en esta misma encrucijada muchas otras veces: Lou Andreas Salome, injustamente, ha pasado a la posteridad como musa prolífica, de la que se decía que “cada hombre que la conoce, nueve meses después pare un libro” -entre ellos Así habla Zaratrusta-, digo injustamente porque estaba a la altura de cualquiera de los genios que la adoraron.
Escribió unos veinte libros, cientos de ensayos, artículos para revistas –incluyendo la famosa Imago-, casi todos versados en el tópico que más le interesaba: el psicoanálisis, encaminándolo por el eros femenino, tema vedado para las mujeres de su tiempo. Adoptó una dialéctica imposible, inherente en la danza del amor y la vida y el hecho de que muchos hombres influyentes se enamoraran de ella, es secundario: fue una mujer intelectual, autodirigida y plenamente realizada en todos los aspectos, excepto la maternidad. Nació en 1861 en San Petersburgo, fecha en que el zar Alejandro II abolió el yugo feudal y terminó en el plano legal con la servidumbre del campesinado ruso. Hija de un militar, se sintió atraída desde niña por la historia de las religiones y del arte, por la filosofía y por la literatura clásica, adquiriendo amplio conocimiento de la cultura europea.Al trasladarse a los 19 años a Zurich su inquietud intelectual la puso en la órbita del teólogo alemán Biedermann y también en la del historiador del arte Gottfried Kinkel, al que dedicó su poema Oración a la vida, que impresionara a Nietzsche y más tarde a Freud. Su apellido lo toma de Friedreich Carl Andreas, catedrático en lenguas orientales con quien se casa a los 26 años -y él 41-, luego que él ha tratado de suicidarse tres veces por ella. Cuando menciono el apellido no se trata de mera retórica pues aquel matrimonio nunca se consumó por disposición de la propia Lou, que abrazaba su libertad como si se tratara de la más valiosa reliquia.
El matrimonio con Andreas le aporta el conocimiento de las tradiciones orientales tanto en la medicina como a las creencias espirituales; de las distintas técnicas de yoga hindúes, de la hipnosis y de tradiciones filosóficas como la persa, al grado de llegar a ser conocida como 'Bruja de Hamberg'. El encuentro, en septiembre de 1911, con la Asociación Psicoanalítica de Sigmund Freud, representará el principio de otra etapa importante para Lou quien ya había despertado grandes expectativas con la publicación de su ensayo El erotismo.Como prueba de su admiración intelectual Sigmund Freud regaló a Lou uno de los anillos que encargaba para sus más distinguidos discípulos, aceptándola como única mujer en el círculo restringido de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. La amistad que nació entre ambos llevó al célebre psicoanalista a ayudar económicamente a Lou en un momento en el que la familia de esta había entrado en bancarrota a raíz del ascenso de los bolcheviques en Rusia Lou y Friedrich permanecieron 43 años juntos, con ella viviendo plenamente su independencia tanto en el plano intelectual como en el de sus aventuras sentimentales. Prueba de ello es la relación pasional que mantuvo con Rainer Maria Rilke, con quien compartió una íntima afinidad que, con el tiempo, acabaría por convertirse en una amistad que duraría hasta su muerte y dio por fruto un nutrido epistolario y un estudio biográfico. Lou murió en la ciudad alemana de Göttingen el 5 de febrero de 1937, legando a la posteridad una extensa obra cuya recepción crítica sin embargo estaría siempre limitada para esta mujer que, ya a los 19 años, había dejado escrito: 'No puedo ni vivir conforme a ejemplos, ni voy a representar jamás un ejemplo para nadie, pero en cambio voy a darle forma a mi propia vida de acuerdo conmigo misma, eso sí lo voy a hacer, pase lo que pase.

1 comentario:

vary dijo...

Pues la verdad he aprendido bastante de una mujer que iba a la vanguardia a esos tiempos, lo que la hace especial.
y vuelvo a repetir lo que escribio.

'No puedo ni vivir conforme a ejemplos, ni voy a representar jamás un ejemplo para nadie, pero en cambio voy a darle forma a mi propia vida de acuerdo conmigo misma, eso sí lo voy a hacer, pase lo que pase.

un inmenso saludo para ti!